viernes, 4 de diciembre de 2009


Quizas bastaba respirar...
Estoy nerviosa. Escribo esto y noto un cosquilleo en los dedos, como si lo que va a salir de ellos fuera tremendamente importante. Una amiga me ha mandado un email. Y sus palabras han provocado una cascada de reacciones en mí. Le contesté, un texto largo y profundo, salido del corazón. Pero en el último instante mi pie apretó sin querer el botón de apagado en el ordenador y todo se fue al traste. ¿Quería el destino -o la casualidad- que compartiera todo eso que he visto con vosotros, en vez de reservarlo para ella?
Últimamente he pensado mucho en algo: como nos complicamos la vida. Es un pensamiento que se me viene a la mente una, y otra vez, y otra vez. Intento escapar de ese patrón, de esa tendencia loca que tenemos todos a hacer lo simple complejo y oscuro. Pero no puedo. Pensándolo me digo que la complicación es una trampa en la que caemos todos con los años, o eso parece. Cuando somos niños nuestra mente está abierta y libre, pero según crecemos la vamos llenando de estructuras, de complejas visiones de cómo deben o no deben ser las cosas. Construímos ahí un puzzle, como esos que tienen los críos en los que hay que encajar círculos y triángulos. Cogemos nuestras experiencias y nos esforzamos por meterlas en esos huecos, en los espacios de lo que ya teníamos previsto, de lo que debe ser. Y en algún momento del proceso, vivimos más en nuestras mentes que en la tierra que pisamos.


Me viene a la cabeza una escena. Chico, chica, abrazos infinitos en el portal. Los dos se agarran muy fuerte, sus cuerpos se aprietan hasta casi cortar las respiración, no se quieren soltar porque saben que entre los dos flotan como murciélagos miles de sombras, de dudas, de complicaciones. Quizás ni siquiera existen, pero están allí, en sus mentes, sobre sus pieles. Y cuando no están abrazados vuelan entre los dos, separándolos cada vez más y más. Son miles de motivos invisibles, una barrera cada vez más alta. Es difícil describirla, pero a ellos les gusta llamarla futuro. No pueden ser felices porque no ven claro el futuro.
¡Cómo nos gusta jugar a los adivinos! A veces tengo la impresión de que vivimos más en ese futuro que mentalmente proyectamos que en el mismo presente. ¿Qué ha sido de esos tiempos en los que vivíamos al día, de cuando eramos niños y no existían los meses, las semanas, ni más expectativas que disfrutar aquí y ahora de un juego, un beso, un abrazo o un helado? Sin juzgar. Sin pensar. Sin centrifugar cada momento una y mil veces en nuestra loca cabeza, dejándolo girar ahí, hasta destrozarlo, convirtiendo un pedazo de vida en algo masticado y aplastado por los delirios de nuestra mente y sus razonamientos.
A veces intuyo con casi total seguridad, que en realidad, complicarse buscando soluciones no tiene razón de ser porque todo es muy simple. El secreto, la respuesta al dilema sea el que sea, creo, no debe ser complicada, sino pasmosamente simple, como todo lo lógico. Y si es así, más vale que despertemos ahora. No sea que, mayores y viejos, descubramos demasiado tarde que quizás bastaba respirar. Sólo respirar. Que hemos perdido el tiempo.

Pensamiento: Derechos y Deberes


DERECHOS Y DEBERES

Tienes derecho a enfadarte, pero no debes pisotear la dignidad del otro.
Tienes derecho a sentir celos del triunfo de los demás, pero no debes desearles mal.
Tienes derecho a caer, pero no debes quedarte tirado.
Tienes derecho a fracasar, pero no debes sentirte derrotado.
Tienes derecho a equivocarte, pero no debes sentir lastima de ti mismo.
Tienes derecho a regañar a tus hijos, pero no debes romper sus ilusiones.
Tienes derecho a tener un mal día, pero no debes permitir que se convierta en costumbre.
Tienes derecho a tomar una mala decisión, pero no debes quedarte estacionado en ese momento.
Tienes derecho a ser feliz, pero no debes olvidar ser agradecido.
Tienes derecho a pensar en el futuro, pero no debes olvidar el presente.
Tienes derecho a buscar tu superación, pero no debes olvidar tus valores.
Tienes derecho a triunfar, pero no debes ser a costa de otros.
Tienes derecho a inventar, pero no debes olvidar a Dios.
Tienes derecho a vivir en paz, pero no debes confundir ese derecho con ser mediocre o conformista.
Tienes derecho a vivir en la opulencia, pero no debes olvidar compartir con los menos afortunados.
Tienes derecho a desanimarte, pero no debes perder la esperanza.
Tienes derecho a la justicia, pero no debes confundirla con la venganza.
Tienes derecho a un mañana mejor, pero no debes cimentarlo en un hoy fraudulento.
Tienes derecho a ser positivo, pero no debes ser arrogante.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

PENSAMIENTOS ESPIRITUALES


-Todo hombre necesita tres cosas: un buen temperamento, un trabajo físico e intellectual, y la ayuda de Dios. Mendel de Kotz

-Quien está lleno de fé y de moral, goza de renombre y es dueño de riquezas, será honrado en cualquier parte y en cualquier país adonde vaya. Buda

-Los hombres están hechos los unos para los otros. Enmiéndalos o sopórtalos. Marco Aurelio

-Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas gritarás con amor, si enmiendas, enmendarás con amor. Si el amor está arraigado en tí, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos. San Agustín

-Yo envié mis naves a combatir contra los hombres no contra las tempestades. Felipe II

-No llores a quien amas, ama a quien llora por ti. Irene

-Si miras al cielo en una noche de luna llena, no necesitarás alas para poder volar. Sary

-Buscando el bien de nuestros semejantes encontramos el nuestro. Platón

-La vida es una sucesión de lecciones que deben vivirse para ser aprendidas. Anónimo

-Los Ancianos Venerables Son, por su sangre fluye el mejor Oro: a Sapiencia Rita

-Nunca he lamentado haber callado. A menudo he lamentado haber hablado. Abraham Hasdai

-Sólo una cosa es propia de los hombres y los separa de los animales: la percepción del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto. Aristóteles

-La belleza de las cosas existe en el espíritu de aquel que las contempla. David Hume

-Aquel que sacrifica una libertad fundamental por un poco de seguridad temporal, no merece ninguna de las dos cosas. Benjamín Franklín

-Solamente hay una religión: la religión del amor. Solamente hay una raza: la raza de la humanidad. Solamente hay un lenguaje: el lenguaje del corazón. Solamente hay un Dios y es omnipresente. Sai Baba

-Quién se mantiene fiel en la escasez, se mantendrá fiel en la abundancia; quién es injusto en las pequeñas cosas, también será injusto en las grandes. Lucas 16,10

-Blanco como la nieve será tu pensamiento; cuando te entreges; y la recompensa vendrá intimamente clara! Rita

-Una vida inútil es una muerte prematura. Goethe

-De extraña condición es la inteligencia humana, pués antes de alcanzar la verdad parece como si necesitará obstinarse durante largo tiempo en el error. Magendie

miércoles, 25 de noviembre de 2009

PENSAMIENTO CRISTIANO


Sobre el pecado, la culpa y el perdón
En la época en que vivimos, pocos conceptos han sido tan desfigurados y tan tenidos en poco como el de pecado. Para muchos esto es una idea anticuada, cargada de reminiscencias pueriles, impropia de personas maduras. No faltan quienes se burlan de él o lo ven como un freno para privar al ser humano de sus goces más sabrosos. Para ellos, Dios, con su condenación de todo lo pecaminoso, es un aguafiestas. Sin embargo, nada hay más real, más serio y más grave que el pecado. Prescindamos por un momento de nombres y conceptos y echemos una ojeada al mundo en que vivimos. Y ¿qué vemos? Ambiciones sin cuento, soberbia, violencia, opresión, insolidaridad, injusticia... Como consecuencia, guerras, incremento de la pobreza, violencia familiar en multitud de hogares, infidelidades, relajación sexual; frecuentemente, en muchos lugares, vulneración de los derechos humanos más fundamentales. Llámese a todo eso como se quiera: imperfección en el proceso evolutivo de la humanidad, incultura, estructuras sociales ineficaces. La Biblia lo incluye todo bajo una sola palabra: pecado.
Esencia y universalidad del pecado
La Biblia es explícita cuando afirma que el pecado es «transgresión de la ley» (
1 Jn. 3:4). Así se ve en el primer pecado cometido en el mundo. Dios, al crear la primera pareja humana, la había rodeado de todo lo necesario para su felicidad. Pero al disfrute de innumerables placeres había impuesto un límite: no podrían comer del fruto prohibido (Gn. 2:16-17). Muchas personas piensan que las prohibiciones de Dios cercenan la libertad plena del hombre. Pero ya se vio lo que sucede cuando el hombre hace mal uso de su libertad. El desastre en el Edén no pudo ser mayor. En realidad, los mandamientos divinos son comparables a los carriles de la vía férrea. Lejos de limitar la velocidad del tren, la facilita; salirse de ellos equivale a una catástrofe. Y catastrófico es el estado del mundo desde que el hombre decidió usar su libertad para desobedecer a su Creador.
No debe pensarse, sin embargo, que el pecado fue el problema de un individuo que arrastró en las consecuencias de su transgresión a toda su descendencia, pues, como dice el apóstol Pablo, «todos pecaron» (
Ro. 5:12). Y «por cuanto todos pecaron, todos están destituidos de la gloria de Dios» (Ro. 3:23). No faltan quienes se resisten a aceptar estas afirmaciones bíblicas. Muchos se consideran «buenas personas» que no han hecho nunca mal a nadie. ¿Cómo puede Dios condenarlos? Pero si pensamos que pecado es no sólo el acto prohibido, sino también las actitudes de enemistad (Mt. 5:23-24), la palabra hiriente (Mt. 5:22), la mirada lasciva (Mt. 5:27-28), ¿quién puede considerarse justo y sin tacha? Penetrante como un dardo en la conciencia fue lo dicho por el Señor a los hombres que acusaban a una mujer de adulterio manifiesto: «El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella» (Jn. 8:7).
El aguijón de la culpa
Si el pecado es el acto de transgresión de la ley divina, la culpa es la carga de responsabilidad que recae sobre quien lo comete. Tan antigua como el ser humano es la tendencia a descargarnos de esa responsabilidad. Ya al principio, cuando Adán y Eva habían desobedecido y fueron interpelados por Dios, no reconocieron que la infracción de su ley era fruto de su codicia. Buscaron chivos expiatorios para librarse de culpa. «La mujer que me diste» dijo Adán; «la serpiente», dijo Eva. Es que el reconocimiento de la culpa propia es una insufrible tortura para la conciencia. David, después de haber cometido dos graves pecados (adulterio y asesinato de Urías -
2 S. 11) trató de ocultarlos. Decisión que lo atormentó de modo que hubo de confesar. «Mientras callé,se consumieron mis huesos en mi gemir todo el día» (Sal. 32:3). Este sufrimiento sólo tiene una salida: reconocimiento del pecado y confesión del mismo. ¡Qué alivio debió de sentir David cuando ante el profeta Natán pronunció la única palabra que lo podía tranquilizar: «PEQUé contra Yahvéh» (2 S. 12:13).
El hombre moderno también rehuye la asunción de culpa cuando peca. O bien niega que lo que ha hecho sea una falta o atribuye su mala acción a causas ajenas a su voluntad: ignorancia, circunstancias desfavorables, incitación de malos consejeros, fuertes propensiones implantadas en su código genético, etc. Pero es inútil tratar de esconderse de Dios. De una manera u otra, más tarde o más temprano, él pondrá al descubierto la falta cometida, y el infractor tendrá que asumir la culpa y el juicio condenatorio de Dios (
Gn. 2:17; Ro. 5:12; Ro. 6:23).
La liberación del pecado y de la culpa
Porque Dios es santo y justo, ha de castigar el pecado. Pero, porque es misericordioso, hace todo lo necesario para salvar al pecador. Es una admirable realidad el significado del nombre JESúS. él «salvará a su pueblo de sus pecados» (
Mt. 1:21). ¿Cómo? Mediante su muerte en la cruz como sustituto de los pecadores (2 Co. 5:21). El resumen más precioso del Evangelio es un texto conocidísimo del Evangelio de Juan: «De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida terna» (Jn. 3:16). Lo entregó a muerte en la cruz para efectuar la expiación del pecado y lograr así una perfecta propiciación que satisface la justicia divina (Ro. 3:24-26). Por eso Juan el Bautista, con aguda visión profética, al ver a Jesús, declaró: «He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn. 1:29). El apóstol Juan escribió acerca de quienes viven en la luz de Dios: «La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado» (1 Jn. 1:7). Y Pablo afirmó con acento triunfal: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús» (Ro. 8:1). Esta última frase es de importancia capital. Los que están en Cristo Jesús son aquellos que, arrepentidos de sus pecados, los confiesan a Dios, imploran su perdón y, mediante la fe quedan unidos a Cristo, Maestro, Redentor y Señor. La muerte de Cristo no aprovecha a quienes desoyen las invitaciones del Evangelio y siguen instalados en el pecado, indiferentes -u hostiles- a Dios. «El que cree en él no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito Hijo de Dios» (Jn. 3:18)
Por Cristo, Dios nos salva de la culpa del pecado. Y también de sus consecuencias: enemistad con Dios, exclusión de la comunión con él, pérdida del dominio propio, esclavitud moral (
Jn. 8:34), vida sin sentido, zarandeada por toda suerte de pasiones e infortunios (Ro. 6:19); finalmente: muerte eterna (Mt. 25:46).
Pero Dios no nos salva sólo de las consecuencias del pecado; nos salva también del pecado mismo (
Ro. 6:17-18). El creyente en Jesucristo, el verdadero discípulo suyo, experimenta un cambio profundo a raíz de su conversión, equivalente a una nueva creación (2 Co. 5:17). El que maldecía, bendice; el que era propenso a la ira, siente la influencia de la mansedumbre de Cristo (Ef. 4:26); el que robaba, deja de robar (Ef. 4:28), el libertino abandona su vida desordenada para vivir conforme a las normas de la Palabra de Dios (Ro. 6:19). Esa transformación tiene dos manifestaciones. Una, instantánea; la otra, parcial y progresiva. Tan pronto como una persona se convierte a Cristo deja sin demora y por completo de hacer cosas que antes hacía, sin esperar a una experiencia espiritual más profunda. No puede, por ejemplo, dejar de blasfemar, de robar, de estafar o de adulterar por etapas, paulatinamente, o disminuyendo la frecuencia con que anteriormente practicaba esos pecados. La ruptura con ellos ha de ser radical e inmediata. Pero esta fase inicial de la transformación del creyente no significa que éste deja de pecar en un sentido absoluto. Hay aspectos de su personalidad y de su conducta que experimentan la transformación de modo progresivo por la acción del Espíritu Santo y de la Palabra. Pretender en un momento dado que ya hemos llegado a la meta de la santificación, a la perfección sin tacha, sería un gran error. «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros» (1 Jn. 1:8).
Esa dualidad de manifestaciones en la transformación del creyente causa cierta turbación a algunos cristianos sinceros, por lo que conviene una aclaración.
El pecado y la culpa en la vida del creyente
Podemos asegurar que el cambio que se opera en la persona convertida a Cristo es una experiencia innegable. Pablo, escribiendo a los cristianos de Corinto, menciona a quienes en otro tiempo se permitían perversiones sexuales, a idólatras, avaros, maldicientes, estafadores... y a renglón seguido declara: «Y esto erais algunos, mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios» (
1 Co. 6:9-11). Sin embargo, todavía quedan residuos pecaminosos en la vida de todo creyente. Su vieja naturaleza subsiste, con sus instintos naturales y con los rasgos temperamentales que tenía antes de su conversión. El hecho de que esos residuos tengan como causa factores innatos en nosotros no nos exime de responsabilidad moral. No podemos excusarnos diciendo: «Estoy hecho así; es mi naturaleza...». Es precisamente en este campo donde el espíritu ha de librar una lucha sin tregua contra la carne (Gá. 5:19-24). En ese combate frecuentemente somos derrotados, pero muchas veces salimos victoriosos. A la victoria debemos aspirar siempre.
El hecho de que el pecado aún se manifieste de diversas formas en nosotros puede tener en nuestra conciencia efectos dispares. Unas veces induce a la racionalización de nuestros deslices, incluso a la justificación de lo que hemos hecho mal. Denotando una clara insensibilidad espiritual, vivimos tranquilamente una vida cristiana gris, tibia, de muy pobre testimonio. De este modo deshonramos al Espíritu Santo, enviado por Dios el Padre para la regeneración y santificación del creyente. ¡Que no se canse el Espíritu Santo de nosotros!
En el polo opuesto se halla el creyente hipersensible, frecuentemente torturado por escrúpulos de conciencia a causa de acciones, palabras, pensamientos o sentimientos que en sí no son pecado, pero que la lente oscura de su mente le hace ver con una gravedad que no tiene. Es víctima de una conciencia mórbida, lo que espiritualmente siempre daña. La salida de este terreno peligroso se halla por el camino del equilibrio espiritual, mediante una comprensión clara de la enseñanza bíblica al respecto:
Es verdad que el pecado todavía tiene raíces en el creyente. Es verdad que «si decimos que no hemos pecado, hacemos a Dios mentiroso y su Palabra no está en nosotros» (
1 Jn. 1:10). Pero también es cierto que «si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda iniquidad» (1 Jn. 1:9).
Hay en la Escritura una metáfora en extremo sugerente: Dios arroja todos nuestros pecados a lo profundo de la mar y nunca más se acuerda de ellos (
Mi. 7:19; Is. 43:25). Cierto comentarista, atinadamente y con cierto humor, añadió que además Dios puso un letrero en la playa con la inscripción «Prohibido pescar». Cierto. Lo que Dios ha hecho desaparecer en las profundidades del pasado ningún hombre puede sacarlo a la superficie del presente o del futuro.
Como pueblo redimido y perdonado, bien podemos unirnos para cantar juntos el corito aprendido en los días de nuestra adolescencia:
¡Salvado soy! ¡Aleluya!Salvado soy.Mis culpas y pecadospor Cristo son borrados¡Aleluya! ¡Salvado soy!
José M. Martínez

PENSAMIENTOS Y REFLEXIONES SOBRE EL AMOR


EL AMOR : bella enfermedad que padecen los seres humanos desde su adolescencia ( a veces casi niñez), hasta su muerte. Que tiene mas fases de las que quisieramos, mas crisis de las necesarias, más muertes de las previstas , mas nacimientos de los esperados, casi ningún renacer ( pues cuando se daña casi es imposible restaurarlo ) y si muchas definitivas muertes.
Que nos produce continuos cambios: de humor, de estado de ánimo, que nos despierta sensaciones desconocidas, que nos hace revivir cuando nos creemos casi muertos, que nos despierta del letargo de la soledad, que nos hace llegar a ella cuando menos nos lo esperamos, que nos ahoga, que nos anima, que nos deprime, que nos mata, que nos hace vivir, que nos hace llorar, sufrir, reir, desear, desesperar, huir, correr hacia él, que nos hace olvidar para soportar su marcha , recordar para soportar la perdida definitiva por la muerte, que nos hablar para compartir con otros nuestra felicidad, que nos hace callar cuando nos duele, .....
El Amor cuando nacenos hace felices, nos creemos inmunes hasta que llega y cuando se mete en nosotros somos incapaces de soportar su ataque sin caer en sus brazos. En esa época somos las personas más felices del mundo, nos parece que lo que nosotros sentimos nadie lo puede sentir igual de intenso, los colores son más brillantes, la luz es más intensa, las fotos nos encantan, los recuerdos los guardamos con dulzura, todo nos recuerda al otro, si no estamos juntos el teléfono es una ruina, .... nos sentimos los reyes del mundo, flotamos al nadar, volamos en continuos pensamientos, nos gusta todo lo que comemos juntos, reimos con intensidad, brota de nuestro cuerpo la pasión por nuestro querido/a , deseamos tener relaciones intimas para tocarnos, acariciarnos, besarnos, recorrer el cuerpo del amado y poseernos el uno al otro, nos gusta bailar juntos muy pegados, salir al cine y con los amigos alguna vez pero más solos, nuestro deseo por el otro y el del otro por nosotras es muy intenso, casi siempre deseamos tener un hijo/a que se parezca a nuestra pareja y sonreímos siempre porque por todos los poros de nuestro cuerpo sale la felicidad que llevamos dentro aunque creamos que los demás no nos lo notan, nuestra cara refleja felicidad....
Cuando se estabiliza:seguimos sintiéndonos felices, perdemos algo del furor del primer momento, valoramos mucho más lo que tenemos, sentimos la necesidad de protegernos el uno al otro, aparecen a veces los estados de planicie, ( cuidado no es lo mismo que el aburrimiento, ni puede ser un estancamiento), luego vuelve la subida y así se camina muchos años o toda la vida, conoces mejor a tu otro yo, le quieres además de amarle, observas más sus gustos, sus deseos , sus silencios, sus palabras medio dichas, sus caprichos, aquello que le hace ilusión, buscas sorprenderle con un detalle para que sepa que no te olvidas de él, entiendes sus debilidades y el las tuyas, le dejas más que haga lo que le gusta sin tener que estar siempre pendiente de ti, procuras que no pierda a sus amigos y sus costumbres, nos hacemos comidas que nos gusten a ambos, te gusta que el recuerde también tu cupleaños, nos integramos en su familia ya que nos conocemos mejor( no con todos,si en parte, lo demás sería un milagro) no hay que tener tantos cumplidos para ganártelas, nos gusta seguir saliendo juntos para compartir los momentos que podamos, al cine, a bailar, conocemos nuestros defectos y los soportamos sin peleas, si hay alguna discusión intentamos solucionarla sin guardarnoslo dentro, a veces los enfados duran más de lo necesario pero se arreglan las cosas, se comparten las tareas de la casa en lo que se puede, las fotos son nuestros recuerdos, ....
Cuando el Amor se muere: no pasa de un día para otro, casi siempre es por falta de dialogo y porque hemos guardado dentro lo que nos ha dolido, el trato se enfría, las frases ya no son dulces, todo nos molesta , nos parece todo mal de la persona que antes nos parecía perfecta, nos molesta su familia, sus amigos, no nos gusta salir juntos y en vez de decirlo o se monta una bronca o ponemos disculpas, las relaciones intimas se van distanciando hasta que desaparecen ( las mujeres usan mucho su dolor de cabeza, ellos el estres de trabajo), no se comparten las aficiones con gusto, las salidas al cine a bailar suelen ser con amigos no solos, y los amigos son unos golfos o similares descalificaciones y las amigas unas cotillas, , si las cosas van mal entre nosotros la culpa siempre la tienen los demás no nosotros, ya no deseamos tener hijos y si los hemos tenido son una causa de las más frecuentes entre la pareja, las suegras son inaguantables, los yernos también, todo nos cansa, nos aburre, y poco a poco la convivencia se va haciendo insostenible hasta que o hay que separarse o el deterioro es tal que las cosas terminan muy mal , con divorcios odiosos o con huidas traumáticas. mejor no tener fotos que nos recuerden el tiempo compartido o se las lleva un o se rompen.....
Cuando al Amor se le mata: de novios todo es perfecto, se esta pendiente de ella o el hasta extremospastosos, se sale a todos los sitios juntos, no quieres que salga con los amigos, la pareja se separa de todo su entorno anterior, la familia cuanto más lejos mejor, no hay respeto por la otra persona, cualquier cosas es causa para levantar la voz y quejarse, las cosas no se pueden hablar y no se hablan pues no hay ocasión de hacerlo, la violencia va apareciendo poco a poco por cualquier detalle, la mujer ( es el caso más frecuente de destrucción) trabaja dentro y fuera del hogar pero no tiene ayuda de su pareja, si las cosas no están hechas porque hay hijos que atender es causa para insultos como vaga, abandonada, sucia, inútil, etc pero no para echar una mano con los hijos, ella no puede salir con las amigas porque tiene mucho que hacer pero el si pasarse horas en el bar o por ahí con los amigotes ( los amigos de verdad los dejó en el camino), nunca tiene un detalle por su cumpleaños y si ella le regala algo lo normal es que la diga que vaya mierda o que basura, las relaciones intimas duran algo más que la amabilidad pero poco pues siempre hay uno por encima del otro, no van a la par, de igual a igual, y al fin pueden llegar a ser violentas, los hijos son una carga, y si no los ha habido la culpa la tiene la mujer que no sirve ni para eso, no salen juntos a divertirse, si lo hacen es porque el quiere que vean que saca a su mujercita, el desprecio a veces lo hace incluso en publico, las comidas son bazofia, las caricias solo existen cuando piden perdón,pero duran poco las pausas,las conductas se repiten, las fotos no existen no hay nada que guardar, mejor que no quede nada que testifique lo vivido, a los críos como a la mujer y a veces esta al hombre se les grita continuamente y a veces se llega a las mano, es en ese momento cuando ya no hay vuelta atrás, se dan cuenta que debían haber roto cuando se empezaron a pelearse, pero hay uno de los dos que piensa que de divorcio nada, que hay que seguir juntos , que no ha pasado nada, que todos los matrimonios discuten, que si las cosas cambian pueden mejorar las cosas porque si me hicieras caso las cosas se arreglarían pero claro como no quieres ser buena y no te esfuerzas en ser limpia, en tenerme la ropa a punto pues tengo que pegarte pero es porque te quiero, no quiero que pienses que no, es que a veces pierdo un poco la paciencia pero tu tienes la culpa...... y ella se siente culpable, piensa que es verdad que puede intentar que las cosas vayan mejor, pero es que ella ya no existe, está anulada, no puede hablar, le da miedo contar que la ha pegado, se siente culpable de su fracaso matrimonial o de pareja y así acaba por no darse cuenta de lo que la está pasando.....y o hay una huida, un divorcio traumático y acaba en tragedia porque ese amor acabo según empezó pero no nos dio tiempo a verlo o no lo vimos ciegos por el amor, un amor enfermizo desde sus comienzos.....
Amor: enfermedad mental y física del hombre que hace que se sienta extrañamente distinto a cuando no la padecía,sus síntomas son de lo mas dispar , desde felicidad hasta agonía o muerte, desde l plenitud de la felicidad hasta la más profunda tristeza, lleva desde el más intenso deseo hasta el odio por lo que amo, siente que su mundo se muere si el amor se le va y puede llegar a morir por no huir del que amo, pero por encima de todo hay que valorar que el amor es algo maravilloso que nos produce las sensaciones y los deseos más bellos que una persona pueda experimentar, y por ello es por lo que hay que luchar y por ello cuando sufrimos una decepción nos sentimos tan mal,pero con el tiempo volvemos a desear sentirlo otra vez,
porque el hombre y la mujer no son animales solitarios, son unos seres que se necesitan para compenetrarse y así entre los dos ser uno solo, el ser completo, la felicidad plena.......EL AMOR
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lunes, 23 de noviembre de 2009

Reinar sobre mis propios pensamientos



Los pensamientos que tenemos como hombres pueden traer consigo muchas cosas buenas, pero los pensamientos también pueden llevar consigo lo contrario, es decir lo malo. Sobre esto se hablo en una reunión de jóvenes reciente.
“Las personas que tienen una vida con pensamientos puros tienen consigo una fuerza tremenda, y esta fuerza la puedes obtener desde tu juventud! Tú puedes tener victoria sobre todos los pensamientos impuros. Este mensaje esperanzador y alentador fue dado por Gjermund. Los pensamientos son una “área/zona libre”. Como hombres somos libres para pensar lo que queramos. Pero no todos los pensamientos son positivos.
Uno tiene que estar en guardia y atento a sus pensamientos, porque estos pueden cambiar rápidamente hacia lo negativo. “No permitas que la miseria se apodere de tu vida. El hecho que no va muy bien y te sientes infeliz, proviene de muchos pensamientos negativos y “pequeños”, que aparentemente son inofensivos. El desanimo no aparece de la nada”. Continuó Gjermund.
Ayuda para reinar sobre los propios pensamientos:
Siempre es más fácil decir que tenemos buenos pensamientos que ponerlos en obra en la vida diaria. ¡Afortunadamente es posible recibir ayuda! En la segunda carta a los Corintios, Pablo nos explica cómo podemos controlar y ser “Amos y Señores” de nuestros pensamientos en las adversidades. El escribe “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.” (2Corint. 10,3-5)
Cuando cada pensamiento lo “llevo cautivo a la obediencia en Cristo”, entonces reino sobre mis pensamientos. Esclavo es aquel que se deja dominar por otro. Llevar cautivos los pensamientos a la obediencia, significa que ahora tomo una decisión y ya no dejo entrar ningún pensamiento negativo a mi mente para que cumpla con su propósito.La palabra de Dios nos enseña lo que es correcto y lo que está mal. Si creemos que la palabra de Dios es verdad, ésta será un pilar que nos ayudará a tomar conscientemente la mejor de las elecciones y decisiones. La fuerza de la palabra de Dios nos ayuda a reinar sobre nuestros pensamientos. “No es fácil vivir siendo un esclavo de mis pensamientos negativos, pongámosle fin a la existencia de estos pensamientos y pongamos en orden nuestra vida. Esto es importante, porque todo pecado tiene su inicio en los pensamientos”.

lunes, 16 de noviembre de 2009

P-ADDA VELES


Una de las batallas mas cruentas y constantes que libramos los Cristianos comprometidos con Jesús, es la batalla de la mente, disfrazada de pensamientos.
Esta batalla es librada con el fin de obtener el control sobre la mente de los individuos. Día y Noche, el enemigo está bombardeando nuestros sentidos, las puertas de los Ojos y los Oídos, tratando de entrar en nuestra mente, y de ahí bajar al corazón y corromperlo.
Cuando los pensamientos, vamos a llamarles "semillas" que Satanás siembra en nuestra mente, los regamos con afirmaciones o negaciones, los estamos alimentando y esta semilla crecerá y bajará a nuestro corazón. El único fin de Satanás es corromper el corazón, pues el sabe perfectamente bien que del "Corazón emana la vida" (Proverbios 4:23). Si el cuerpo es corruptible y todos sabemos que el cuerpo es algo que tarde o temprano dejará de funcionar, la vida se encuentra en el Espíritu que vivirá o morirá eternamente según lo que almacenemos en nuestro Corazón.